Elaborado por: Expedición Andina C.A. (Fabrica artesanal venezolana de equipos de montañismo, 2019)
Se han realizado dos encuentros de arrieros en la década del 2000 al 2010 en los pueblos del Sur del estado Mérida con el lema “Arrieros somos y en el camino andamos”. Se trata de un duro trabajo que se trasmite de generación a generación, hombres valientes e incansables que se conocen todos los caminos de las montañas y van con mulas de día y de noche sin parar hasta que llegan a su destino. Son impetuosos y tenaces porque aguantan la lluvia y el sol y vencen los caminos difíciles, pero además son “evalentonados” ósea que no tienen miedo a los fantasmas y aparecidos que salen en los cruces del camino y siguen recorriendo las distancias con sus mulas entrelazando oraciones para no caer en el juego que le tienden los duendes que se ocultan en los resquicios del monte.
Los arrieros desarrollan el oído respecto al sonido, chasquido, pitadas y golpeteo que va oyendo por el camino al remontar la jornada con sus mulas, en medio del silencio de las montañas atrae el ruido ahogado y acompasado de los cascos de las mulas cuando repiquetean y redoblan el paso sobre las peñas del camino. Se puede oír como el sonido se va transformando en una melodía de variadas tonalidades que se acompañan con el estrépito del viento. Si la música es buena quiere decir que las mulas van a buen paso, y si la música es dolorida o temblorosa quiere decir que no tienen buen ritmo o buen paso y hay que ir con cuidado, pues las mulas van a tardar más y es probable pasar la noche en medio del camino sólito y expuesto a un resfrió por el frió, aunque ellos llevan su contra y un bebedizo al que le llaman “aliviadero de penas”. Nunca les falta la cejetica de chimo en el bolsillo, pues este les ayuda a mantenerse calentitos. Así, van por el camino escupiendo y escupiendo porque también los escupitajos que dejan atrás no sólo espantan los malos bichos, como los alacranes, sino las malas energías. Cuando pasaba algún contratiempo, se descargan las mulas para que descansen y agarran un frailejón para hacerse una camita y ahí dormir. Al amanecer vuelve a montar la carga, come una arepa de trigo con panela y sigue su ruta hacia el próximo apostadero.
Antes el arreo servía para transportar mercancía, sobretodo productos agrícolas, desde los pueblos a la ciudad o entre pueblos y venderla, o para cambiarla por otros productos, también de orden agrícola como por ejemplo harina de trigo por panela, que se producen en distintos pisos climáticos. Hoy en día el arreo es más usado para transportar las cargas de los turistas o a los mismos turistas entre los pueblos, así los viajes de los arrieros que eran de días se transformaron en viajes de horas mejor pagados.
Para los siglos XIX y XX tuvieron relación de comercio con tres centros importantes en el estado Mérida: Mérida, Ejido y Tabay, llegando arrieros de todos los caminos de montañas. Surgen los tecnólogos populares que confeccionaban las alforjas exclusivas para transportar diversos alimentos y en el caso del teleférico para transportar materiales muy pesados y necesarios para la construcción. Los arrieros son honestos comerciantes, pues nunca se teme en contratar a quienes lleven sus bultos sin faltarles nada, donde su palabra es ley sagrada. (Fuente: Los Nevados cuenta su historia. “A los que ya no están para contarla”. Nelson Morales compilador. ULA, 2011. Pg 87 a 97.). En los estados Trujillo y Táchira los arrieros, también tuvieron centros importantes de comercio.
Acerca del montañista y el arriero, cabe señalar que es el gran aliado del excursionista en las montañas al guiar y transportar los implementos necesarios para escalar las cumbres más altas. Son conocedores del clima y sus inclemencias, y facilitan mucho el traslado de equipos pesados, ya que al ser trasladados por el montañistas, su capacidad física se expone a un menor rendimiento al momento de hacer la cumbre. Es muy común que el arriero y el montañista establezcan una relación de amistad e interés en los objetivos de ambos en la montaña. Cada región montañosa tiene sus arrieros particulares y sus animales de carga particulares: mulas, caballos, burros, yamas, perros, yaks. Siempre están presentes en la logística de los montañistas y excursionistas de las regiones montañosas. A principios del siglo XX en Mérida fueron además de arrieros, guías naturales de las cinco águilas blancas.