El montañismo, raza cósmica

4 enero, 2020
Posted in Montaña
4 enero, 2020 Expedición Andina

El montañismo, raza cósmica

Elaborado por Expedición  Andina C.A. (Fabrica artesanal venezolana de equipos de montañismo, 2020)

Todos los que hacen montañismo en serio, que escalan, que superan crestas, paredes, salientes, canales helados y cornisas, se apropian de un modo de ser común entre ellos determinado o propiciado por las tareas y pruebas precisas en un determinado ambiente montañes.

Primero, a diferencia de los que habitan cerca del mar, la montaña enseña silencio. Entre los que la montaña es algo más que  una aventura esporádica y una emoción pasajera, existe el valor de una súper comprensión. Hacer perder la costumbre de las chácharas, de las palabras inútiles, de inútiles y exuberantes efusiones.  La montaña simplifica e interioriza.

El segundo punto, es la disciplina interna, el control completo de los reflejos, el estilo de una acción precisa, lucida, de acuerdo con el objetivo, relacionado con un conocimiento de límites de las fuerzas y de los términos exactos del problema que debe ser resuelto.

En tercer lugar, el dominio de la imaginación, la facultad de neutralizar instantáneamente todas las agitaciones inútiles y dañosas para el ánimo.

En cuarto lugar, quien en una escalada o travesía sobre una cresta de hielo, piensa algo que no sea el siguiente paso que debe dar con sus crampones, o el pensamiento y la imaginación se ocupa del vacío sobre el cual pende, del apoyo idóneo, del equilibrio en el peso, en el paso rápido y perfecto, pierde su concentración lucida conforme al objetivo.

El montañista tiende a volver para dominar la técnica necesaria, significa dar una cierta forma al propio ser, forma que, en muchos no deja de repercutir también en el comportamiento general de cada día; es un estilo de espíritu que tiene completamente alucinada al “alma” y a todas las reacciones irracionales, lo que encontramos como característica del estilo general del montañista.

En quinto lugar, la práctica del montañismo habitúa a una clase de acción que no se ocupa de los espectadores, de un heroísmo que huye de la retórica y del gesto. Practica el gozo de estar sólo, abandonado así mismo entre la inexorabilidad de las cosas a solas con su acción y su contemplación.  Es el mismo ambiente quien propicia esta planificación de la acción.

Esta separación de toda vanidad, esta actividad impersonalizada es el espacio de alta montaña, donde se es un elemento más en la inmensa naturaleza.

En sexto lugar, es la camaradería, referido a un vínculo sentimental y afectivo diferenciado en un menor grado de emocionalidad y un mayor grado de intensidad y entrega.  El montañista experimenta estar solo y estar simultáneamente juntos, relación emocionalmente lograda mediante la acción y el compromiso en la misma. Es una manera especial de solidaridad activa, que mantiene la distancia y que presupone una plena armonización de las fuerzas, una confianza que es medida precisa de las posibilidades de cada uno, una sinergia total.

Virilidad sin ostentación. Prontitud en la ayuda recíproca, pero entre elementos que están en un mismo plano y sobre la base de un fin libremente escogido y concertadamente deseado.

Finalmente, el montañista, raza cósmica según Luis Aguilar (montañista merideño, 1988) tiene elementos propios  de personalidad guiados por la Ley de la acción. Las relaciones entre los hombres se cimentan en la confianza, la lealtad y en la verdad, junto al supuesto de una igual dignidad. Las subordinaciones, no humillan, existen por la precisa visión de conjunto y de lo que, en este, le corresponde a cada uno de acuerdo a su accionar.

Estos son los principales elementos que hacen la experiencia de montañas tan diferentes a una vida de significativa uniformidad de la vida trivial de las llanuras y de las grandes ciudades. La selección propiciada por el ambiente de la  alta montaña y por la prueba de la acción hace la experiencia de la montaña, en la prontitud en transformarse libremente en un elemento más del cosmos.

Más allá del tecnicismo deportivo del montañista de la raza cósmica es un contemplador, que utiliza el tecnicismo para realzar su carácter de espontaneidad, de sinceridad, de originalidad. Todo lo que es contemplación y contacto directo con una de las formas más grandiosas de manifestarse la naturaleza no puede dejar de resultar menguado por un tecnicismo deportivo. Se es montañista más por el poder, de la contemplación y el  gozo de estar solo en la madre naturaleza que por la fuerza y precisión de sus técnicas de escalada, campismo o rapidez y fortaleza al caminar.

Fuente: Meditaciones de las cumbres. Evola, Julillis 1978.

¿Puede haber algo mejor que el camino?

En el camino, el espíritu del hombre deviene más puro y sano. Todo lo mezquino y cotidiano queda atrás, en la estrechez del apartamento, entre las cosas habituales y ya fastidiosas. El ser humano se abre al espacio, a la novedad de las impresiones frescas y vivas, a los encuentros con la naturaleza y otras personas.

El camino no es solo alegría, sino también pruebas. Uno se verifica así mismo, su resistencia, paciencia y capacidad para superar dificultades y privaciones, ya que no siempre acompaña el sol: a veces, la lluvia moja y el granizo fustiga, el viento cala hasta los huesos y las heladas muerden la piel.

El montañista descubre el mundo para sí mismo. Durante la marcha se lee el libro mejor y más apasionado del mundo, el libro de la propia vida. Enseña mucho el camino. Hace visible la historia, ayuda a establecer lazos perceptibles con las generaciones precedentes y, nos devuelve a la Naturaleza.

En el camino se adquiere amistad y cariño, y uno se recupera a sí mismo. Los senderos difíciles gustan a personas de corazones abiertos y puros, fieles y confiables, dispuestos a tender su mano al amigo. Cuán importante es esta verificación que realiza el camino y cuanto significa en toda la ulterior vida de la persona.